Como ocurre muchas veces en ciencia, los grandes descubrimientos se producen de manera casual. Es el caso de la litotricia y su uso médico, cuyo origen parte de la II Guerra Mundial y un problema con los aviones.
La técnica de la litotricia extracorpórea por ondas de choque es consecuencia de la investigación aplicada con fines militares. Durante la Segunda Guerra Mundial, algunos bombarderos B-29 se desintegraron en el aire. Las averiguaciones realizadas por ingenieros aeronáuticos norteamericanos revelaron que los accidentes se produjeron durante temporales.
Experimentos de simulación en el laboratorio demostraron que los impactos de las gotas de lluvia sobre el fuselaje del avión se comportaban como micrometeoritos que provocaban ondas de alta energía, las ondas de choque, con suficiente energía como para pulverizar materiales frágiles. El problema se resolvió modificando el temple del cristal de la cabina del piloto.
Al terminar la guerra, esta información quedó archivada y olvidada hasta que, a finales de la década de los 50, los aviones a reacción empezaron a tener los mismos problemas. En un centro de pruebas de Alemania Occidental, ingenieros de la compañía aeronaútica Dornier lanzaron gotas de agua a una velocidad ocho veces superior a la del sonido contra ciertos elementos de un caza Lockheed F-104.
“Las gotas hicieron unos cráteres de 20 milímetros de profundidad en los extremos de las alas y otras superficies del aparato. Y las ondas de choque generadas por estos impactos rompieron la burbuja de la cabina”, comentó Günter Hoff, físico que participó en el proyecto. En el transcurso de esas investigaciones, en el año 1966, se descubrió la transmisión inocua de las ondas de choque mecánicas a través del cuerpo.
Un ingeniero tocó una cartulina de uso diario en el mismo momento en que recibía un impacto de un proyectil de alta velocidad, sintió una especie de shock eléctrico pero sin evidencia de fenómenos eléctricos reales.
A finales de los años 70 y principios de los 80 del siglo XX se diseña la primera máquina de litotricia que consigue fracturar y eliminar las piedras de riñón.
Son los profesores Eisemberg y Chaussy los principales artífices del proyecto y en el año 1980 aplican esta técnica por primera vez en humanos con éxito. La primera unidad de litotricia como tal se establece en 1982, es conocida mundialmente como “la bañera o máquina de Múnich”.
Pronto se extendió por todo el mundo avalada por la FDA de EE.UU. como procedimiento útil y seguro.
En España se adquiere la primera máquina de litotricia en la Clínica Dexeus de Barcelona (Dr. Ruiz Marcellán, 1983). En poco tiempo se generaliza su uso en todo el país cambiando de manera radical la visión y el tratamiento de los cálculos urinarios.
A lo largo de las últimas décadas se ha mejorado sustancialmente la tecnología inicial de los equipos con importantes cambios técnicos que los hace más eficaces y confortables para el paciente.
La inicial “bañera” fue sustituida por una camilla con un aplicador externo de la onda de choque.
Se convierte en un procedimiento ambulatorio y sin necesidad de anestesia.
Hoy día, en el Hospital Mesa del Castillo, contamos con los últimos avances en litotricia de la mano de especialistas con más de veinte años de experiencia.
Fuentes:
Historia de la Litotricia por ondas de choque en España
Litotricia extracorpórea por ondas de choque