Terminamos nuestro viaje a la medicina casera de mediados del siglo XIX con otros seis accidentes o enfermedades y sus remedios de entonces.
Está claro que hemos avanzado mucho en el campo de la medicina. Tras la lectura de estos textos comprobamos que algunos remedios son incluso contraproducentes según los conocimientos de hoy día, pero otros ya acumulaban mucha experiencia y eran capaces de producir una mejoría en los pacientes.
Cuesta imaginarnos aplicando telarañas para cerrar una herida, y mucho menos cauterizando con un objeto incandescente. Pesar en un cataplasma hecho a base de pan y leche nos puede causar hasta gracia. Pero no cabe duda de que tenemos mucho que agradecer a aquellos médicos y pacientes que, gracias a su determinación y sacrificio, hoy gozamos de una medicina con remedios para la gran mayoría de patologías que describe este grabado.
Mareo.
Para evitar el mareo, es necesario antes de embarcar tener una buena comida al llegar a bordo, es necesario sentarse y luego acostarse lo antes posible, para acostumbrarse al balanceo del barco mientras se duerme.
Al despertar hay que respirar aire puro y beber el jugo de un limón exprimido en un vaso de agua azucarada.
Las personas a las que les gusta el vals y que aguantan el columpio, rara vez están indispuestas por el mareo.
Gota.
La gota es la desesperación de los médicos, se cree que es incurable, cuando sus ataques no son muy fuertes un reposo absoluto de la parte enferma sin aplicación alguna es el mejor remedio; sin embargo, se obtiene algún alivio frotándose con láudano, aplicando compresas de jugo de limón o cataplasmas de salvado y agua salada, o de hojas de tabaco verde.
Es necesario abstenerse de café, licores, y nunca aplicar una sustancia grasa sobre la parte enferma, los baños de pies con mostaza impiden que la gota suba.
Cortes y abrasiones.
Cuando la sangre haya corrido lo suficiente, lavar la parte lesionada con agua fresca, y detener la hemorragia poniendo telarañas, yesca o estopa sobre el corte, que se mantendrá con tiras de lino.
Cuando la sangre se haya detenido, lave la herida con agua tibia. Ponga una compresa empapada en agua y aguardiente, procurando juntar las carnes para que se peguen. Tras la lesión debe beber solo agua pura.
Insectos y objetos en los oídos.
Unas gotas de aceite de oliva, o de lirio, puestas en el oído para que penetren hasta el fondo, matarán al animal, luego será fácil sacarlo con un limpiador de oídos, que también hay que usar para quitar un guisante, una lenteja o cualquier otro cuerpo que entre por accidente en el oído.
Con la ayuda de una pequeña jeringa, cuya punta se introduce en el oído, puedes tirar del émbolo hacia ti para dejar salir el agua o cualquier otro líquido que obstruya el oído.
Dedos, manos, pies, aplastados.
Es necesario lavar lo antes posible la parte lesionada con agua salada, y aplicar compresas de esta misma agua, o vinagre fuerte, o aguardiente, o alcohol de vino, o agua de alumbre, que se renovará cada hora.
Son excelentes las cataplasmas de acedera cocida y manteca fresca, y cuando se piensa que va a haber supuración, se ablanda la piel con cataplasmas de pan rallado o de linaza.
Hay que comer poca carne y sobre todo abstenerse de bebidas espirituosas hasta la perfecta recuperación.
Hemorragias.
La hemorragia nasal no debe detenerse inmediatamente, pero cuando se prolonga es necesario respirar agua avinagrada y aplicar en las sienes unas gotas empapadas en esta agua.
Si la hemorragia continúa, aplicar un cuerpo frío en la espalda, y poner en la siguiente una pelusa empapada en una solución de alumbre. El alumbre es un soberano contra cualquier hemorragia. Se forman en pastillas del tamaño de un guisante. El paciente toma una de estas pastillas cada 2 horas.