Un ruptura suele requerir una gestión interna para que este proceso, uno de los más estresantes que se pueden vivir, no se convierta en una agonía.

En los últimos tiempos, la unión matrimonial ha perdido solidez y cada vez son más las parejas que terminan separándose. Según datos del Consejo General del Poder Judicial, de 2007 a 2017 se registraron casi 42.000 divorcios en la Región de Murcia, periodo en el que a su vez se formalizaron poco más de 57.000 matrimonios. Es decir que por cada cuatro matrimonios que se celebraron, tres llegaron a su fin.

Una separación puede ser más o menos traumática en función del papel que le toque vivir a cada miembro de la pareja y siempre es más delicada cuando hay hijos de por medio. En cualquier caso, todas las partes del proceso se ven afectadas por una situación nueva y dolorosa, por lo que la ayuda profesional puede servir para allanar el camino de incertidumbre.

Desde nuestro Servicio de Atención Terapéutica (SAT), el psicólogo Alejandro Mollá Chavarría relata cómo son enfocados estos casos desde el punto de vista clínico. Muchas personas ya han encontrado con el equipo profesional del SAT una forma llevadera de afrontar la situación y mirar al futuro con optimismo:

«La terapia psicológica evita el camino de la resignación»

Cuando nos enfrentamos a una ruptura, tenemos que gestionar tres duelos: uno por el pasado con esa persona, otro por el presente y el día a día, y un tercero por el futuro que habíamos planeado juntos. Estemos en el lugar de la persona dejada o de quién toma la decisión de dejarlo, ambas situaciones van a requerir una gestión interna para que este proceso, uno de los más estresantes que se pueden vivir, no se convierta en una agonía.

Una mala separación (ya sea divorcio o ruptura) puede generar cuadros de tipo adaptativo con sintomatología ansioso-depresiva que, en casos de gravedad, puede llegar a bloquear a la persona. La desproporción de emociones que se puede producir, como ira, frustración, miedo o tristeza, entre un amplio espectro posible, hace que la persona se encuentre desorientada y a la vez presionada por la propia vida, ya que debe continuar con obligaciones laborales, familiares e incluso sociales. Se genera una situación angustiosa que aquellos que la han vivido entenderán perfectamente.

Es un duelo distinto al que se puede atravesar cuando hay un fallecimiento, porque existe una gran diferencia: en una separación la persona perdida sigue ahí. Además, los mecanismos psicológicos que se ponen en marcha implicarán probablemente un pensamiento con multitud de errores cognitivos. Entre estos errores suelen ser comunes el pensamiento sesgado, adivinatorio y catastrofista, llegando a distorsionar la realidad a ojos del que lo vive. Por ejemplo, afirmar que la otra parte “es una mala persona, quiso hacerme daño desde el principio y nunca me voy a recuperar” implica absolutismos que no suelen ajustarse a la realidad. La persona necesita analizar lo ocurrido con honestidad y racionalizando cada tema. Dichos errores, junto con una serie de creencias irracionales diferentes en cada uno, como creer que uno debe ser amado para ser feliz, es lo que marcará la diferencia entre una ruptura constructiva o un proceso de inadaptación.

La literatura científica al respecto es muy amplia, y actualmente existe consenso en la efectividad de terapias como las de corte cognitivo conductual y los enfoques sistémicos. Una combinación de ambas, que consiste en desmontar los errores cognitivos y esas creencias irracionales, además de ajustar e intervenir en el entorno global en el que la persona vive (incluyendo personas cercanas clave), muestra unos resultados excelentes. Por eso, desde el SAT de Mesa del Castillo atendemos con frecuencia y con notable éxito este tipo de casos y bajo estos enfoques.

La terapia psicológica en estos casos es muy recomendable ya que evita el sufrido camino de la resignación. Se trata de conseguir, junto con el terapeuta, un estado de aceptación y una negociación con la realidad de manera exitosa y racional, siempre con el fin de avanzar y vivir con salud. Haya hijos en común o no, mucha gente que nos rodea sufre si estamos mal, y nosotros los primeros.