En esta sociedad en búsqueda de la perfección, se ha tornado más difícil la convivencia debido al individualismo y a la poca tolerancia a la frustración. La agresión no puede faltar en el día a día, la intimidación y el abuso de poder son parte de las actividades laborales, el sometimiento es una forma de convivencia y el chantaje se muestra hasta romántico si de relaciones afectivas se trata.

En una sociedad con estas características, no es de extrañarse, que un término como el de “Bullying” se haya popularizado. Inicialmente el concepto comenzó por referirse a situaciones de abuso en el ámbito escolar pero su uso se extendió, no siempre fielmente, a otros escenarios: el familiar, el laboral y el de relaciones de pareja, por mencionar sólo algunos.

El etiquetar nuestros actos con el término “Bullying” genera la ficción de entender lo que pasa y, más importante aún, de creer que se ha tomado responsabilidad al respecto. Bajo esta ilusión y con el objetivo de atender los conflictos que de dichas conductas devienen, las medidas aplicadas en el ámbito escolar, familiar y laboral han sido evidenciar al agresor, atender al agredido y aislarlos tratando de evitar la interacción.

Surgen entonces las preguntas: ¿Es posible disminuir la agresión poniendo en evidencia a quien la ejerce? ¿Proteger a quien es sometido, previene la intimidación? ¿Separar a los involucrados en un conflicto es tomar responsabilidad de éste?

Desde nuestra perspectiva, las conductas de acoso, agresión, intimidación, abuso, chantaje así como las conductas de sumisión y extrema pasividad, son demandas mal formuladas de amor y reconocimiento que se relacionan con cada una de nuestras experiencias familiares que, sin duda alguna, son las que direccionan nuestra particular manera de establecer vínculos afectivos. Bajo esta ópitca, sostenemos que para atender el “Bullying” hay que mirar al sujeto más allá de la etiqueta; esto es, darle lugar, mediante la palabra, a aquellas necesidades y demandas que han permanecido irreconocidas e innombradas. Dicho de otra manera, para no actuar nuestra agresión hay que poner ésta en palabras.

Si al leer estas líneas, encuentras que el término “Bullying” es insuficiente para entender y explicar lo que te pasa a ti, o a alguien cercano, entonces quizá sea pertinente buscar un espacio en el que te puedas preguntar y responder: ¿Yo, qué necesito?

Grupo de Psicólogos De(s)cire

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