El deporte es una forma de mantener y mejorar la salud física. Muchas personas buscan en dos o tres sesiones de ejercicio físico semanal no sólo bajar unos kilos sino sentirse sanos y en forma. Sin embargo, el ejercicio físico somete a nuestro cuerpo a ciertos límites que si no han sido valorados con anterioridad pueden depararnos algún susto de mayor o menor grado.
Según el doctor Ignacio Echevería Lucotti, cardiólogo del Hospital Mesa del Castillo, la incorporación a la actividad deportiva debería ir acompañada de acciones de prevención de la salud.
El doctor Echeverría coordina la próxima apertura del Centro de Alto Rendimiento Mesa del Castillo, una unidad de medicina del deporte enfocada al deportista amateur y profesional.
¿Que le pasa al corazón cuando hacemos deporte?
Durante el ejercicio físico, el músculo activo aumenta la demanda de oxígeno y nutrientes, así como también la producción de desechos (metabolitos). Dado que el músculo es incapaz de almacenar oxígeno, y su capacidad de almacenar nutrientes y desechos es muy escasa, requiere de un sistema de transporte. El motor o bomba de este sistema de transporte es el corazón. Este músculo pasa de bombear unos 6 litros al minuto en reposo a 20 litros realizando un ejercicio moderado y a 30 litros por minuto durante un ejercicio intenso (40 litros por minuto en personas entrenadas) .
¿Cómo influye la alimentación en el funcionamiento correcto del corazón?
A nivel del sistema cardiovascular, la alimentación juega dos papeles importantes.
Si realizamos ejercicio inmediatamente después de comer, la sangre que bombea el corazón no sólo se dirige prioritariamente al grupo muscular activo, sino también al estómago e intestino con el fin de favorecer la digestión, perdiendo así eficiencia.
Por otro lado, es conocido el papel de la alimentación en la prevención de enfermedades cardiovasculares, y por tanto una dieta sana nos permitirá disfrutar de un sistema cardiovascular sano durante mucho tiempo.
¿Como influye la edad a la hora de hacer deporte?
Los efectos de la edad repercuten en todos los sistemas que intervienen en el ejercicio. A nivel del sistema cardiovascular, la frecuencia cardiaca máxima disminuye, al igual que las propiedades elásticas de las arterias y las propiedades contráctiles del músculo cardiaco. Los pulmones pierden elasticidad y número de capilares. La masa muscular también se va perdiendo de la misma manera que la eficiencia en la contracción y relajación muscular. Las articulaciones van sufriendo procesos degenerativos. En fin, vamos perdiendo capacidad de esfuerzo de forma progresiva, de forma más marcada a partir de los 45-50 años.
¿Antes de comenzar a hacer deporte, cuales son las medidas de prevención básicas?
En relación al estado de salud del deportista debemos identificar síntomas que puedan estar relacionados en enfermedades cardiovasculares como pueden ser, malestar torácico relacionado con el esfuerzo, palpitaciones, inestabilidad/perdida de conocimiento, etc. También es interesante recabar información sobre antecedentes personales y familiares. Detectar ciertas anormalidades en la exploración física y en el electrocardiograma.
Toda esta información puede ser recabada por nuestro médico de referencia y, según los hallazgos, valorar la derivación a un especialista y planificar controles sucesivos.
En relación a la actividad física en sí, es recomendable iniciar una actividad física gradual, que sea regular evitando ejercicios intensos durante tiempos prolongados.
Conocemos casos de deportistas, personas con muy buena forma física, que han padecido la famosa muerte súbita. ¿Cómo se explican estos casos? ¿Se pueden evitar?
Toda enfermedad presenta un tiempo en el que pasa inadvertida, durante este tiempo el órgano sufre alteraciones estructurales y/o funcionales que no llegan a ser lo suficiente como para causar síntomas. El problema es que en algunos casos esos síntomas o signos pasan inadvertidos y/o la primera manifestación es la muerte.
Erradicar este problema es muy difícil, pero podemos disminuir su incidencia con acciones concretas. Para ello debemos identificar a la población de riesgo. Deberíamos acercarnos al menos una vez al médico de cabecera o nuestro médico de referencia. Él/Ella recabara nuestros antecedentes personales y familiares, nos preguntará acerca de síntomas relacionados, nos realizará una exploración física y nos realizará un elctrocardiograma. Con base en los hallazgos y el tipo de ejercicio que nos disponemos a realizar, valorará la conveniencia de remitirnos a un especialista.