La sociedad se ha visto superada por los acontecimientos de la pandemia de COVID-19. A nivel psicológico vivimos tiempos de mucha exigencia, la capacidad de adaptación se pone a prueba casi cada día y los cambios se suceden constantemente. Hablamos con la neuropsicóloga clínica María Clavel para conocer al detalle qué es lo que nos está pasando.

Vivimos momentos emocionantes para la psicología. La sociedad y los individuos que la conformamos estamos experimentando emociones extremas de una forma frecuente. La realidad nos somete a cambios bruscos a los que debemos responder con las mejores herramientas que tengamos a la mano, y no siempre es fácil saber si lo estamos haciendo de la mejor manera posible.

De cualquier modo, siempre es interesante analizar estas nuevas experiencias desde el punto de vista psicológico, y para ello hemos hablado un rato con María Clavel Claver, neuropsicóloga clínica del Servicio de Atención Terapéutica del Hospital Mesa del Castillo.

María Clavel se ha enfrentado a la situación no solo de forma personal sino atendiendo a su vez a los pacientes que han requerido su ayuda y consejo.

¿Qué nos ha pasado?

¿Qué no nos ha pasado? En muy poco tiempo se nos ha puesto a prueba de todas las maneras posibles. Los artículos publicados hasta la fecha, nos hablan de un proceso adaptativo por fases. Incredulidad, desconcierto, preparación, ajuste, resistencia, alivio y temor.

En este tiempo hemos ido respondiendo, como hemos podido, a diferentes fases adaptativas, emocionales y psicológicas para ir adaptándonos a la realidad que nos rodea.

No todos pasaremos por las mismas fases, ni el mismo orden y el tiempo de exposición a cada una, dependerá en gran medida de las necesidades individuales de cada uno, en el momento en el que nos encontremos.

Como especie que prácticamente caminábamos sobre las aguas, nos ha ocurrido algo que nos ha hecho ver que la vida tal y como la conocemos ya no es ni será igual. Ante este cambio hemos tenido que elaborar respuestas emocionales y crear recursos para poder adaptarnos a la nueva situación.

Durante este tiempo hemos tenido que hacer frente a emociones como la ansiedad, el desconcierto, el miedo…, emociones muy negativas, de las que duelen, para poder ajustarnos y dar solución a las exigencias del entorno.

Se ha visto cómo personas que, por su experiencia previa, ya tenían una buena capacidad de resiliencia se han adaptado bien a la nueva situación, y luego ha habido muchas personas que no lo han tenido tan fácil. Como han podido, las personas se han ido ajustando a la nueva realidad.

¿Cómo lo está viviendo la gente con patologías psicológicas previas?

Creo que ha sido parecido para todos. Las personas que llevan una cierta estabilidad en su día a día se les ha llevado al límite emocional, al igual que personas que cuentan con una  patología o conviven con síntomas psicológicos.

En clínica hemos visto cómo personas que tenían muchas dificultades para sobrellevar la realidad, que sufrían ansiedad y respuestas afectivas por las exigencias del día a día y que presentaban muchos síntomas, se han beneficiado de esta situación.

Han tenido un parón en su realidad, se han metido en la tranquilidad de sus casas y ésta etapa les ha venido muy bien. Han descansado de la angustia del estrés. Habrá que seguir su evolución ahora que empieza una nueva etapa para regresar a la normalidad y ver si éste parón les ha ayudado y les ha cargado las pilas para enfrentarse de nuevo a las dificultades.

Y luego hemos visto justamente lo contrario. Pacientes con patologías donde el día a día les facilitaba cambiar el foco atencional de la angustia y bajar su impacto.

Su trabajo y relaciones sociales les venían muy bien, les distraía, les permitía la oportunidad de diversificar y equilibrar la sintomatología, y ahora con el confinamiento y el parón de la actividad han sufrido un retroceso agravando la sintomatología y dificultando su ajuste emocional, necesitando de un mayor seguimiento clínico.

Otro sector débil a priori son los ancianos. ¿Cómo los has visto?

Si los niños nos han dado una lección, los mayores ni te cuento, para quitarse el sombrero, poco menos.

A priori son el sector más expuesto, más vulnerable y con más peligros ante la situación.

No solamente por la COVID-19. Les hemos pedido que se enfrenten a un nivel de soledad extremo. Y pese a todo, en general, se han ajustado fantásticamente bien.

No olvidemos que, en general, este rango poblacional por encima de los 65 años, se trata de personas adultas perfectamente autónomas tanto en lo físico como en lo cognitivo, sin mayores necesidades de las que podamos tener tú o yo. Otra cosa diferente son las personas dependientes.

Las personas mayores, ante todas las dificultades que han tenido, que son muchas, no solamente han sido capaces de organizarse, sobrellevar el miedo y sacar sus recursos para superar la situación, sino que encima lo han hecho y no se han quejado. Es más, algunos pacientes míos me han preguntado si podían ayudar de alguna manera… a mí me han emocionado.

¿Y los niños?

Los niños, como el resto, también se han llevado un palo fuerte.

Nosotros, los profesionales que trabajamos con ellos, sabíamos desde un inicio que se iban a adaptar muy bien a la situación.

Pero no olvidemos que ellos han pasado por las mismas respuestas emocionales que hemos pasado los adultos solo que, dependiendo de su edad, lo expresan de manera diferente.

No nos olvidemos que sienten y padecen lo mismo que los adultos: inseguridad, miedo… Además les hemos hecho sentir responsables no solo de su propia seguridad sino de la que los que les rodean y más quieren: -De ti depende que tus abuelos no enfermen-.

Les hemos dado unos mensajes muy duros de aceptar y asumir, para los que muchos no estaban preparados por su edad y desarrollo evolutivo/cerebral. Aquellos más pequeñitos, cuyo sistema cognitivo no está preparado para entender la situación, han tenido que suplir lo que no entienden con la fantasía.

Ahí se forma un coctel muy bonito o muy peligroso que genera mucha ansiedad. Hay niños que se han adaptado muy bien y otros a los que el miedo les ha hecho pasarlo muy mal.

En esa situación los padres lo están manejando muy bien, normalmente. Ellos son los que mejor conocen a los niños y saben de qué manera tienen que ayudar o intervenir. Porque en el fondo todo lo que nos está pasando es normal. Las respuestas que vemos son normales ante una situación que no lo es. Entonces, conforme va pasando el tiempo y vamos ajustando nuestras respuestas a las rutinas, el nivel de angustia va bajando y se va ajustando el sistema al día a día.

Ahora tenemos que ver qué pasa en esta nueva etapa en la que vamos a empezar a salir de casa. De hecho nos llegan preguntas de padres sorprendidos que esperaban que sus hijos estuviesen deseando salir a la calle y resulta que no es así, les da miedo.

No parece que estemos tan cómodos con la desescalada.

Si lo piensas, se trata de volver a adaptarnos a una nueva realidad. Antes hablábamos de cómo adaptarnos al confinamiento.

Los niños te dibujaban al coronavirus como auténticos mounstruitos con garras y dientes, algo físico y real que va a por tí y te hará daño.

Los adultos también éramos conscientes de una situación en la que se nos dice que te quedes en casa, en un lugar seguro.

Bajo el argumento del miedo hemos sido capaces de reajustar nuestra vida en torno al hogar para hacerla segura. Ahora te dicen que salgas a la calle. De nuevo se nos pide que nos ajustemos a una realidad con nuevas rutinas, nuevos miedos a los que tendremos que acomodarnos poco a poco.

¿Qué podemos hacer si nos supera la realidad y no somos capaces de enfrentarnos?

Lo primero que hay que tener en cuenta es que esto nos supera y nos ha superado a todos.

No solo una vez si no en diferentes momentos. Las respuestas que estamos teniendo, esta noria de emociones en cada momento, son normales.

Son ajustes adaptativos que nos ponen en disposición para actuar en cada situación.

Debemos ajustar nuestro nivel de exigencia a la situación, intentar organizarnos en torno a prioridades y entendiendo que no vamos a llegar a todo. Y debemos darnos ese tiempo suficiente para que la respuesta emocional vaya bajando y nos podamos adaptar.

¿Cómo? Con rutinas, organizándonos día a día, estableciendo prioridades y enfrentándonos a la situación con mucho cuidado y paciencia y, dejar que naturalmente la angustia vaya bajando conforme comprobemos que vamos siendo capaces de sobrellevar y resolver cada día.

¿Qué pasa cuando no ocurre esto? Si no podemos enfrentarnos a la situación, no pasa nada, para eso estamos los profesionales que podemos ayudar a dar respuesta. Si te ves en ese momento en el que lo estás pasando mal, la situación te supera y ves sufrimiento en ti mismo o en los que te rodean, no te aguantes. Busca ayuda. Estamos para eso.

¿Cómo valoras la forma de encajar esta situación por parte de la sociedad?

No puedo hablar de la mayoría de la gente pero sí de mi experiencia, de lo que tengo y he visto alrededor.

Familia, amigos, hijos y pacientes, y creo que tenemos que estar muy orgullosos de lo que estamos haciendo.

De venir de una situación de caminar sobre las aguas a otra en la que nuestro castillo de naipes se nos caiga de golpe…

La capacidad que estamos demostrando para entender la situación, saber qué es lo importante y actuar está siendo sorprendente. Tenemos que estar muy orgullosos.

¿Te gustaría añadir algo?

La situación no ha sido fácil. Nos ha dado dónde más duele, en nuestra estabilidad, nuestra salud y seguridad, la libertad, la relación con los demás, trabajo, dinero, la pérdida de nuestra realidad tal cual la conocíamos y hasta la pérdida de personas a las que queríamos y necesitamos.

Tenemos que estar muy orgullosos de la respuesta que estamos dando pero sin olvidar que esto no va a pasar de manera rápida ni inmediata.

En muchos casos necesitaremos tiempo y en muchos casos nunca llegaremos a recuperarnos del todo.

Es importante que nadie olvide que no está solo, que hay muchas maneras de sentirnos cerca y que no haya nadie que se quede o se sienta solo. Podemos ayudarnos.